Un blanqueo que no entusiasma
¿Por qué otro blanqueo?
Desde el retorno de la democracia en 1983 los argentinos hemos acumulado en el exterior capitales fugados por alrededor de USD 400.000 millones, de acuerdo a estimaciones de la OCDE y la Tax Justice Network. Esa fortuna prácticamente iguala al PBI del país y casi duplica el total de deuda pública. Cuatro gobiernos han intentado que esos activos fueran declarados, repatriados en inversiones y/o pasasen a tributar impuestos: Alfonsín en 1987, Menem en 1992, y Fernández de Kirchner en 2008 y 2013. Los resultados fueron exiguos, de entre USD 2.600 (en 2013) y USD 5.000 millones en cada caso; es decir, siempre menos del 2% de la fortuna argentina en el extranjero.
La causa de que esos fondos fueran sacados del circuito financiero formal en primer lugar es en definitiva la desconfianza respecto de las instituciones domésticas: no sólo por la historia de corralitos y planes Bonex y sorpresivos aumentos tributarios, sino sobre todo por la incapacidad de los mecanismos financieros en Argentina para hacer frente a la sucesión eterna de devaluaciones e inflaciones altas que licuan el valor de los activos que no estén en monedas (e instituciones) extranjeras. Ese aprendizaje se ha re-confirmado varias veces en las últimas crisis.
Sin embargo, en la actualidad hay elementos que podrían aportar a que una parte de estos activos sean declarados. Uno es el hecho de que este blanqueo propuesto por el Gobierno de Mauricio Macri no implica su repatriación, lo cual es un primer punto distintivo de esta propuesta. Otro, el Intercambio Automático de Información de Cuentas Financieras impulsado por la OCDE, que entrará en vigencia en 2017 y sentará las bases para que luego los países puedan acordar bilateralmente el cambio de información sobre el patrimonio de sus ciudadanos, lo cual dificultará mantener los activos fuera de la vista de la Justicia y el fisco argentinos – aunque países como Estados Unidos o algunos “paraísos fiscales” caribeños aún no hayan confirmado su ingreso efectivo a este régimen -. Estos dos puntos juegan a favor de que algunos capitales fugados que no se hayan declarado en los blanqueos recientes, puedan ahora sí ser exteriorizados por sus dueños.
Países involucrados en la negociación del Intercambio de Información de Cuentas Financieras
Fuente: EPyCA en base a OCDE.
¿A quién beneficia este blanqueo?
En los primeros 25 años de democracia hubo dos blanqueos; en los 9 años siguientes, si consideramos el actual blanqueo propuesto, habremos agregado tres más. ¿Por qué semejante apuro en brindar esta nueva oportunidad? El Estado nacional tiene una necesidad tanto de fondos en general como de divisas en particular. Fiscalmente, cualquier impuesto que comiencen a pagar los capitales exteriorizados en este blanqueo será un ingreso tributario que ayude a paliar el indomable déficit fiscal. En el otro aspecto, subyace de fondo el problema de la escasez de divisas, que aunque no se encuentra en un pico acuciante en la actualidad genera incertidumbre a largo plazo. La posibilidad de que al menos una parte de los fondos declarados ingrese efectivamente al país contribuye en ese sentido.
Además el blanqueo permite que quienes evadieron impuestos en el pasado declaren los activos que compraron en el extranjero con ese dinero fugado. En consecuencia, al igual que el resto de las medidas que forman parte del paquete legislativo[1], el blanqueo favorece a los sectores de mayores recursos.
Sin embargo, estos sectores beneficiados son precisamente quienes han escogido hasta ahora hacer uso de sus posibilidades de fugar ingresos no declarados. ¿Alcanzarán las ventajas esgrimidas en este blanqueo, para convencerlos de declarar sus activos guardados en el exterior, en cajas de seguridad o en el colchón? La sanción por ingresar a este blanqueo es en promedio mayor que la de los blanqueos anteriores, lo cual no parecería jugar a favor de esta oportunidad. Por otra parte, también en 1992 se preveía estar iniciando un proceso de crecimiento del cual podrían sacar buen provecho los capitales que se blanqueasen para invertir luego, sin que eso llevase a que se lograran buenos resultados de capitales exteriorizados. De todas formas, cualquier especulación sobre los resultados posibles de este nuevo plan de blanqueo no es más que un ejercicio en futurología. Habrá que esperar a ver si en esta ocasión sí, a diferencia de los cuatro intentos previos, se cumplen las expectativas del Gobierno nacional.
[1] El paquete de medidas en su conjunto es sin dudas regresivo en términos de la distribución del ingreso: además de abrir un blanqueo de capitales, reduce los ingresos de los futuros ancianos en situaciones de mayor vulnerabilidad (que en vez de alcanzar una jubilación mínima, ahora obtendrán una pensión por vejez que podrá ser hasta 20% menor a esa jubilación mínima), eleva las jubilaciones que ya son superiores al haber mínimo (sin modificar ese mínimo) y reduce (en vez de actualizarlo para devolverle relevancia) el impuesto por excelencia al patrimonio en Argentina que es el Impuesto sobre Bienes Personales.
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