Un endeudamiento sin límites a la vista (por ahora)
Artículo publicado en Diario El Economista.
por Martín Kalos (*)
Tras casi quince años aislados de los mercados financieros internacionales, Argentina se encontraba poco endeudada en todos sus niveles (Nación, provincias, municipios y sector privado) en relación a cualquier otro país del mismo nivel de ingresos.
Números e historia
La evolución de la deuda pública externa en los últimos años se reduce abruptamente (-33%) con la reestructuración en el segundo trimestre de 2005. Desde entonces crece nuevamente, hasta superar el nivel previo a la reestructuración (U$S 190.000 millones) en diciembre de 2012. Para 2015 se llegó a niveles nunca antes alcanzados en términos nominales: a fin de año se registraba deuda por U$S 228.000 millones, apenas 16% más que a fines de 2004 –en el mismo lapso, el PBI creció 45%–. Pero con distinta composición: desde 2004, la deuda externa se redujo más del 40% (pasando a representar menos del 30% del total) mientras que la interna se duplicó. Había pues un amplio espacio para tomar dinero prestado en el extranjero.
En el debate económico, una parte de la biblioteca argumentaba que el bajo endeudamiento tenía por sí mismo un carácter virtuoso: al implicar un menor pago de intereses, permitía que el capital que se generara en el país se volcara al sector financiero interno o directamente a incrementar la capacidad productiva. Más aún, para direccionar esos fondos se impusieron restricciones al giro de utilidades al exterior (forzando su reinversión por parte de las filiales de empresas transnacionales) y mínimos de crédito a sectores productivos; pero pese a su enorme crecimiento y ganancias en las últimas décadas, el sector financiero continúa siendo el más pequeño de América y los instrumentos disponibles siguen siendo escasos para fondeargrandes inversiones.
Otra parte de la biblioteca pugnaba por liberar e incrementar la toma de créditos. A tal fin, garantizar la posibilidad de repago era esencial, lo cual implicaba en primer lugar dirimir cualquier juicio que pudiera afectar las reservas internacionales. Cristina Fernández de Kirchner comenzó esa tarea hercúlea al arreglar los juicios en el CIADI y los pagos a Repsol por el 51% ex propiado de YPF S.A. y al Club de París; y Mauricio Macri la terminó al abonar lo que los holdouts en juicio en Nueva York exigían y que, efectivamente, permitió luego bajar las tasas de interés de los nuevos endeudamientos.
¿Y ahora? La discusión es entonces cuánta deuda puede tomarse sin que se torne insustentable y perjudicial. Pero esa cuestión parece acallada. Quizás el único grito de alarma se produjo con la deuda cuasi fiscal, cuando las Lebac se multiplicaron hasta que su mero refinanciamiento semanal equivalía al 12% del stock de base monetaria emitida. No se dio, por ahora, con las sucesivas colocaciones en curso en 2016: US$ 23.400 millones ya previstos en el Presupuesto; U$S 16.500 millones para repagar a los holdouts; USS 5.000 millones de bancos comerciales extranjeros que vencen en noviembre; US$ 2.750 millones emitidos para intentar recomprar cupones PIB, lo cual implica un ahorro financiero; US$ 3.000 millones de la monetización del swap con China; US$ 5.670 millones en Letes, incluidas las destinadas al nuevo ProCreAr; US$ 2.690 millones en BIRAD 2028 y 2036; US$ 700 millones para el FGS y el Fondo Argentino de Hidrocarburos; más varios miles de millones de dólaresen deudas provinciales, de empresas estatales y del sector privado, cuya cifras ciertas se desconocen.
Estas colocaciones, que no son las únicas, ya implican por lo menos US$ 60.000 millones en nueva deuda a lo largo del año, equivalente a alrededor del 10% del PIB –un salto que no se registraba desde 2001-2002-.
Toda esta entrada de dólares por deuda externa es lo que ha devuelto a las reservas internacionales al mismo nivel que hace un año, oscilando en torno a los US$ 33.000 millones. Se trata, por ahora, de una táctica coyuntural y necesaria: mientras no ocurra la “lluvia de dólares” prometida y continúen las bicicletas financieras que rápidamente se convierten en salida de divisas, el Gobierno debe sostener el delicado equilibrio cambiario con deuda externa. La estrategia de mediano plazo para sustentar el desarrollo superando las tensiones cambiarias y financieras aún está por verse.
(*) Director de EPyCA Consultores @martinkalos