¿Qué pasará en el famoso segundo semestre?
Artículo escrito para El Economista
por Martín Kalos (*)
Argentina camina hoy al borde de la recesión. Habrá que esperar a las demoradas estadísticas oficiales para saber si se acumulan o no los dos trimestres de caída del nivel de actividad que se requieren para declarar técnicamente una recesión. Es claro que el problema no es la oferta: en la gran mayoría de los sectores productivos existe capacidad ociosa para aumentar la producción en el corto plazo sin que eso conlleve por sí mismo un aumento de costos. Tampoco la restricción externa: el BCRA mantiene contablemente las reservas internacionales en los niveles de los últimos años y hay un flujo entrante de divisas, aunque las tensiones en el mediano plazo retornarán. Lo que preocupa hoy es la demanda de bienes y servicios, que será la que en definitiva determine cuándo Argentina retomará un sendero de crecimiento.
Las exportaciones repuntaron en el primer cuatrimestre del año, con un fuerte empuje del sector agroalimentario. Buena parte de esas ventas se originaron en los stocks acumulados en campañas pasadas, incentivadas por la ingente transferencia de ingresos que significó la combinación de devaluación y quita de retenciones. Aún quedan inventarios que pueden liquidarse, pero ya la campaña de este año padece nuevamente la crueldad de los efectos del calentamiento global sobre el clima. En cambio, las manufacturas de origen industrial cayeron abruptamente, en gran medida por la recesión de Brasil –sin resolución aún en el horizonte–. Así, pues, las exportaciones muestran escaso margen para traccionar la recuperación en el futuro cercano.
El consumo es el componente de la demanda más golpeado. La aceleración de la inflación restó a los trabajadores argentinos casi 20% de poder adquisitivo en el primer cuatrimestre. Esto se reflejó inmediatamente en la caída real en las ventas de supermercados (de cerca del 10%) y comercios minoristas (del 4,8%, según CAME). A medida que entren en vigencia los primeros aumentos definidos en paritarias y bajen las tasas de interés que hoy encarecen el crédito al consumo, los próximos meses traerán un tenue alivio en ese frente. Pero en definitiva el alza (dividido en cuotas a varios meses) salarial no alcanzará a compensar la alta inflación de este año, lo cual sumado a los temores generados por los despidos llevará a una actitud más cautelosa de muchos hogares. En una nueva muestra de la paradoja de la frugalidad, la falta de claridad respecto de las perspectivas laborales llevará a que los hogares racionalmente intenten consumir menos, profundizando así la recesión.
El Gobierno comenzó el año con un fuerte ajuste en sus finanzas: redujo su gasto total en términos reales 25%. Esta drástica merma en el gasto público nacional comenzará a revertirse de la mano de la mejora en el déficit financiero (que se redujo de $ 81.854 millones en el primer cuatrimestre de 2015 a $ 51.641 millones este año), de créditos internacionales para financiar programas sociales y obras públicas, y de la necesidad política de implementar políticas expansivas que apuntalen las expectativas de crecimiento económico en el mediano plazo.
Ante este panorama, no es casual que la apuesta del Gobierno se centre en la inversión como componente dinamizador de la demanda. Argentina resulta hoy relativamente barata, en un contexto mundial de poco crecimiento y por tanto menores oportunidades de negocios. Pero el comportamiento histórico de los capitales en nuestro país señala el riesgo de que se destinen a instrumentos financieros (como se vio con la nueva bicicleta financiera que avaló el BCRA en lo que va del año) o a comprar empresas ya existentes (sin mayores expansiones en su potencial productivo). Para que se concreten nuevas inversiones productivas faltan aún los mayores alicientes: una perspectiva más clara de aumento sostenido de la demanda que incentive a las empresas a mejorar y elevar su capacidad, y las políticas públicas que orienten y faciliten esa inversión.
(*) Economista y director de EPyCA Consultores.